La actitud mental del hombre es igual de importante que su pericia física.
Si el hombre permite que su mente divague y se aleje del asunto en cuestión, o si se entrega por demasiado tiempo a las exquisitas sensaciones de una inminente eyaculación, no tardará en perder el control y su actuación habrá terminado antes de que pueda darse cuenta.
En una de sus más encantadoras y oportunas analogías, la Muchacha Sencilla ilustra de la siguiente manera los peligros de la irreflexión masculina durante el coito:
“Hacer el amor con una mujer es como cabalgar un caballo al galope con las riendas raídas y deshilachadas, y tan peligroso como caminar por el borde de un profundo foso lleno de puñales afilados”.
Basta una breve distracción para que el hombre caiga incontrolablemente en el foso de la eyaculación, lo que pone fin al «viaje» para ambos miembros de la pareja.
Cuando «cabalga una mujer» (yu nu), el hombre debe estar tan atento a la técnica como si estuviera galopando por el bosque a lomos de un caballo salvaje.